Violencia, Alejandro Obregón |
En 1964 se llevó a cabo la Operación Marquetalia, encaminada a conquistar un pequeño territorio (en el departamento del Tolima) controlado por campesinos alzados en armas bajo el mando de Manuel Marulanda y Jacobo Arenas). Fue una de las últimas etapas de La Violencia (1946-1966). ¿Cómo se reflejó este periodo desde el arte?
El 9 de abril de 1948, en pleno centro de Bogotá, fue asesinado el político liberal Jorge Eliécer Gaitán. Una de las consecuencias fue la destrucción parcial de la capital. Aunque podría parecer contradictorio, la modernidad en Colombia logró consolidarse a partir de las cenizas, las ruinas y los muertos del Bogotazo, un conflicto que detonaría el proceso de modernización de la cultura nacional, con el trasfondo internacional de la Guerra Fría (1945-1991) y la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA), constituida en Bogotá en medio de las balaceras y los machetazos del 9 de abril. En su conjunto, el Bogotazo, la Guerra Fría y la OEA jugarían un papel determinante en la cultura visual colombiana de los años cincuenta y sesenta, lo que llegaría a un punto culminante con la Operación Marquetalia en 1964.
La ciudad destrozada sería el lienzo en blanco para arquitectos y urbanistas modernos como Le Corbusier, Germán Samper, Arturo Robledo, Guillermo Bermúdez, Fernando Martínez Sanabria y Rogelio Salmona, la Época de Oro de la arquitectura en Colombia. En las artes plásticas, esta modernización nunca sería aséptica o acrítica, vendría acompañada por una toma de consciencia de la problemática social del país. Alejandro Obregón, Enrique Grau y Alipio Jaramillo pintaron el 9 de abril, y Sady González y Manuel H. Rodríguez lo fotografiaron de cerca.
A partir de 1954, con el arribo de Marta Traba, el arte colombiano abandonó las tendencias nacionalistas y se consolidó una modernidad más internacionalista, en diálogo explícito con el arte norteamericano y europeo, y con el afianzamiento de las figuras de Botero, Obregón, Grau, Negret, Ramírez Villamizar y Wiedemann. El principal espacio de visibilidad fue el Salón Nacional de Artistas, que Botero ganó en 1958 con Los obispos muertos, una pintura que representa una montaña de obispos ataviados y apilados, con los ojos cerrados, a medio camino entre el sueño y la muerte. La obra fue realizada el mismo año en que el presidente liberal Alberto Lleras Camargo asumió el poder y, según Beatriz González, “un acuerdo entre liberales y conservadores entró en vigencia, [desapareciendo] la Iglesia católica como poder elector”.
El impulso moderno llevó a que surgieran los primeros museos de arte moderno en Cali (1956) y Bogotá (1963); irrumpió en el panorama la Biblioteca Luis Ángel Arango (1958); florecieron las primeras galerías profesionales; circularon grandes exposiciones internacionales con artistas colombianos; nacieron revistas especializadas en arte moderno como Plástica (1956) y Prisma (1957), y revistas culturales como Espiral (1947) y Mito (1955); y se consolidó el mercado del arte con una capa de coleccionistas encabezados por Hernando Santos y la familia Ganitsky Guberek.
Entre 1960 y 1964, cuando afloraron las grietas del impulso modernizador, la violencia pasó a ser, directamente, el “tema” del arte moderno colombiano. Un momento de inflexión ocurrió en 1962 con la publicación del libro La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, de Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna y Germán Guzmán Campos, el primer trabajo sociológico riguroso dedicado a revisar los procesos que configuraron la tradición violenta del país, con fuentes documentales y visuales que influyeron en el lenguaje directo de algunos artistas del momento.
Este mismo año, Obregón ganó el Salón Nacional con Violencia (1962), una pintura que representa a una mujer embarazada y abaleada, tendida en el horizonte, cuya figura se confunde con el paisaje de las cordilleras, un cuadro descrito por Traba como “absolutamente gris, absolutamente sordo, absolutamente silencioso”. Esta reflexión sería retomada por otros artistas y encontraría su apogeo en el contexto de Marquetalia. Entre 1963 y 1964, Carlos Granada expuso sus dibujos sobre la violencia en la Biblioteca Nacional y en la Galería El Callejón, y en 1964, año de la toma, recibió el premio del Salón Nacional con la pintura Solo con su muerte (1964). Por su parte, Luis Ángel Rengifo hizo la serie Violencia (1964), con trece grabados que recrean las desgarradoras formas de matar puestas en práctica por los actores del conflicto.
La radicalización de la protesta política luego de los sucesos de Marquetalia, visible en el surgimiento de grupos guerrilleros organizados como el ELN (1964) y las Farc (1964), llevó también a una radicalización de las representaciones de la violencia en el arte, y de las estrategias estético-políticas de los artistas. Primero, Augusto Rendón, Pedro Alcántara y Alfonso Quijano, y luego, en los años setenta, Clemencia Lucena y el Taller 4 Rojo. Desde múltiples perspectivas, ya fuera como militancia política, gesto testimonial, acto de denuncia, presencia indéxica, imagen explícita o reflexión transhistórica, la violencia y sus formas terminaron por convertirse en la tradición más perdurable, potente y visible del arte colombiano de nuestra época.
Revista Arcadia : Articulo Original