Coleccionistas, artistas y galeristas están apostando por la construcción de nuevos espacios dentro del circuito del arte. Con la creciente oferta se busca explotar un sector del mercado que además de beneficiar a artistas e inversionistas, apunta a un público cada vez más amplio.
Edificios de hierro fundido, aceras iluminadas y centenares de tiendas y galerías conforman el famoso distrito de arte de Nueva York. Antiguamente conocido como el Hell’s Hundred Acres, el barrio SoHo, ubicado en el bajo Manhattan, se ha convertido en uno de los sectores más caros de la ciudad y uno de los más visitados anualmente por los turistas. Artistas como Chuck Close, Frank Stella y Phillip Glass, durante la década de los 60, ayudaron a convertir este lugar en el centro de la actividad cultural y la vanguardia de la ciudad, sin embargo, el patrón conocido como gentrificación, convirtió el Hell’s Hundred Acres en el exclusivo South of Houston (SoHo) de Manhattan. El fenómeno llevó a un proceso de transformación urbano en el que progresivamente fue desplazando a los artistas que vivían allí, y personas con altos ingresos se apropiaron del lugar, convirtiendo el modesto sector, en un distrito valorizado poblado por galerías, restaurantes y boutiques.
Un fenómeno similar parece estar repitiéndose en el barrio residencial San Felipe en Bogotá. Artistas, galeristas y coleccionistas le están apostando a convertir el barrio, al norte de la ciudad, en el nuevo distrito de arte de la capital. Inspirado en los modelos de TriBeCa y SoHo en Nueva York, en el Wynwood de Miami y en el Matadero de Madrid, el conocido coleccionista y arquitecto, Alejandro Castaño está a la cabeza de este proyecto. Con la llegada de galerías y espacios de arte a la zona como Sketch, Beta, 12:00 y FLORA ars+natura, se busca explotar el potencial del sector, además de atender a las necesidades de artistas e inversionistas.
FLORA ars+natura es quizá uno de los espacios más reconocidos del sector, y lejos de llamarse una galería, su director, José Ignacio Roca, curador adjunto de Arte Latinoamericano Estrellita B. Brodsky en la Tate Gallery de Londres y ex director del programa de arte del Banco de la República, lo define como “un lugar alternativo de reunión que funciona o como espacio de exposiciones o como espacio de arte independiente”. El modelo de FLORA, al igual que el de Lugar a dudas de Cali, no tiene un carácter comercial y sin embargo la labor social que hace su director le permite establecer conexiones que crean puentes entre la esfera nacional y el mundo del arte internacional. El espacio, además, tiene la fortuna de contar con una serie de benefactores o mecenas que apoyan los distintos proyectos del espacio y permiten hacer grandes exposiciones como lo fue, la muestra de “Plegaria Muda” de la reconocida artista Doris Salcedo.
En contraste con este espacio y alejado del nuevo Distrito de Arte de Bogotá, se encuentra otro tipo de lugar llamado Galería el Gato. Dirigido por un hombre al que le gusta autoproclamarse igual que el nombre de su galería, el espacio tiene una estética similar al de las tiendas Mac y maneja un mercado secundario, además de algunas obras de artistas consagrados como Fernando Botero, Ana Mercedes Hoyos y Jacanamijoy. La galería tiene dos pisos y la primera planta está dispuesta para artistas emergentes que buscan el apoyo de espacios que los representen y que los impulsen a exponer en sitios de más renombre como sería el caso de FLORA. La galería tiene un bajo perfil y apela a otro tipo de público que no necesariamente está interesado en los sitios tradicionales de arte, sino que por el contario está dispuesto para personas que quieren empezar a construir una pequeña colección de arte.
El boom inmobiliario y la esfera económica han sido dos factores determinantes en la construcción de nuevas galerías. Así como El Gato, espacios como El Museo o la Alonso Garcés, han incrementado su público que cada vez, está más interesado en hacer parte de los movimientos del mercado del arte. La carencia de instituciones especializadas en lo contemporáneo es otro elemento clave en la creación de más iniciativas culturales que le apuntan al arte como un fin para crear nuevas inversiones. Sin embargo el terreno todavía es incipiente y en esa medida, falta más constancia entre los artistas y las galerías. Todavía no hay programas consistentes que respalden a los artistas y que le den continuidad a sus obras. Falta consolidar un escenario más estable que logre crear un público y una crítica más especializada.
El modelo de FLORA si bien apunta a ser un espacio democrático con un manejo análogo al de un museo, su plan de desarrollo es difícil de reproducir. Para el resto de las galerías es necesario un plan de comercialización que les permita subsistir en la esfera económica del arte. Los auges económicos traen más oportunidades de inversión para las galerías y también crean la idea de un gusto. El arte además de pertenecer a un mercado cada vez más rentable, diferencia el dinero de los unos y los otros. La figura del hombre del buen gusto, además de integrar factores de educación, crea la ilusión de “cultura” y “progreso”, y en ese sentido, la palabra “arte”, tiene hasta cierto punto, un carácter decorativo.
Fuente: www.revistaarcadia.com/