CAPITOLIO NACIONAL
A pesar de haber sido culminado en 1926, para encontrar los orígenes de la construcción de este monumento nacional hay que volver 80 años atrás en el tiempo. Esta es la historia de la sede del Poder Legislativo de la Nación.
El 17 de marzo de 1846 la Plaza de la Constitución distaba mucho de lo que es actualmente la Plaza de Bolívar. Sólo tenía dos puntos en común: La Catedral Primada y la Casa del Florero. El resto del marco era diferente. La Casa Capitular alojaba a los delincuentes de la época y la Capilla del Sagrario era la sede de la Real Aduana. En tanto, los edificios de los palacios de Liévano y de Justicia no existían y la ahora emblemática estatua de Bolívar había sido colocada recientemente.
Ese día en la Casa del Congreso ubicada en lo que ahora se conoce como carrera 8ª entre calles 7ª y 8ª, el presidente Tomás Cipriano de Mosquera se aprestaba a firmar la ley 3 mediante la cual su despacho buscaba darle vía libre al proyecto más ambicioso e importante de la época, construir el Capitolio Nacional. Esta norma también pondría fin a siglos de desacuerdos en torno a la construcción de un inmueble que albergara la totalidad de las oficinas administrativas del Estado.
El texto esbozado en la norma manifestó que en el nuevo edificio se instalarían las dependencias de los tres poderes: El Congreso con sus dos cámaras, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal del Distrito de Cundinamarca (el Registrador y los Escribanos), la Presidencia de la República y los cuatro ministerios del Poder Ejecutivo (Gobierno, Relaciones Exteriores, Mejoras Internas, Guerra y Hacienda).
Una vez creada la norma, el objetivo fue buscar un arquitecto que pudiera cumplir con el desafío de diseñar los planos de la edificación más importante de la naciente República. Luego de buscar y concluir que el talento criollo no era el más pertinente para este tipo de trabajo, el ministro ante Venezuela, Manuel Ancizar, contactó al arquitecto Thomas Reed, oriundo de la Isla de Santa Cruz, colonia danesa de las Antillas y educado en Inglaterra, quien paralelamente se encontraba construyendo la cárcel más moderna de Venezuela. Reed no dudó en afrontar el reto y seis meses más tarde los diseños fueron aprobados por el Gobierno Nacional.
Dadas las ganas de incorporar nuevos movimientos arquitectónicos que permitieran generar sentido de pertenencia en la ciudadanía colombiana, el estilo propuesto por Reed fue influenciado por la arquitectura neoclásica que se empezó a desarrollar en Europa tanto por el contexto político, social y económico, como en forma de protesta contra el arte Barroco, de ornamentación naturista. Otro de los factores que pudo influenciar al arquitecto danés fue el ejemplo estadounidense, para la época ya estaban en construcción los capitolios de Washington y Ohio. Estas fueron las palabras expresadas por Reed en 1847 para definir su obra: " El palacio del total gobierno de una República es, en lo civil, la casa de todos; ésta debe ser la expresión de mi obra. Nada pues de aislada cárcel, ni de hosca fortificación, ni de alegre teatro... ".
Así pues, prueba del estilo neoclásico, en todos los rincones del Capitolio Nacional se puede observar la utilización del orden jónico, proveniente de la antigua Grecia. Ejemplo de este orden, son las columnas acanaladas, con capitel y volutas en su parte superior. En cuanto a la distribución espacial, el edificio gira en torno al Salón Elíptico que fue el espacio destinado para que el Congreso en Pleno sesionara.
Luego de haber decidido que José María Arrubla sería el encargado de la construcción de los cimientos, el 20 de julio de 1847, el presidente Tomás Cipriano de Mosquera puso la primera piedra de los cimientos en el costado sur occidental de la Plaza Bolívar. Sin embargo, 4 años más tarde los trabajos fueron suspendidos durante 20 años a causa de las diferentes guerras civiles que azotaron al país.
Una vez el presidente Eustorgio Salgar decretó la reanudación de las obras en 1871 y debido a que el arquitecto Thomas Reed había abandonado el país, el arquitecto Francisco Olaya fue el encargado de construir los muros de cerramiento del sector norte y el costado oriental. Pasados unos años, bajo el gobierno de Julián Trujillo, se dio paso a la realización de la balaustrada, el remate de los muros y la elaboración de esculturas de remate a manos del escultor Mario Lombardi.
El trabajo de este último fue tema de discusión y producto de ésta se decidió contratar al arquitecto Pietro Cantini, quien arribó a Bogotá en 1881. Aunque la propuesta presentada por éste se ajustaba a los parámetros originales del diseño, el arquitecto italiano introdujo algunas modificaciones. Sin embargo, debido a los altos costos presentados por Cantini, este último no pudo completar su proyecto que también contemplaba realizar el remate general del Capitolio.
De ahí hasta 1904 se realizaron pocas obras en el Capitolio Nacional debido al contexto socio político local. Ese mismo año, el presidente Rafael Reyes volvió a poner en marcha la construcción abandonada. Con ese objetivo, el burgomaestre acudió a un viejo conocido, Pietro Cantini, y le encargó la construcción del sistema de alcantarillado. Esta actividad no había sido contemplada en el proyecto original, debido a que para la época no existía tal servicio.
Debido al constante cambio de arquitectos generado por la extensa duración de la construcción, y que había cobrado como última víctima a Pietro Cantini, quien decidió dar un paso al costado por problemas de salud, en 1908 Rafael Reyes llamó al arquitecto Mariano Sanz de Santamaría y le pidió que le diera unidad arquitectónica a la construcción, retirando obras que no estaban acorde con el estilo neoclásico del edificio. De igual manera, durante el tiempo que estuvo al frente de la obra, el arquitecto colombiano diseñó la fachada sur y montó las columnas del Patio Núñez, así como el pórtico.
En 1911, el arquitecto francés Gastón Lelarge remplazó el pórtico realizado por Sanz de Santamaría y comenzó la construcción de los salones legislativos y sus dependencias, en los patios del costado sur, así como las escalinatas del Patio Núñez y las dos de la entrada norte. De igual manera, planteó un novedoso sistema en madera para las bóvedas de los salones Boyacá y del Senado.
Ya con el edificio a punto de ser terminado en 1924, el presidente de la época, Pedro Nel Ospina le pidió a Alberto Manrique Martín que ultimase los últimos detalles. De esta forma, el arquitecto bogotano construyó el ático de coronamiento del Salón Elíptico y perfeccionó la decoración del los salones y corredores.
En 1926 se culminó la construcción del Capitolio Nacional considerado por un lado, como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura neoclásica en Latinoamérica, y por el otro, como símbolo de la ruptura entre el período colonial y la nueva arquitectura denominada ‘republicana’.
Oficina de Información y Prensa del Senado (OIPS)
Fuente: senado.gov.co
Fuente: senado.gov.co