Colombia contrastada
La sala parece del futuro. Sobre la imprenta de Antonio Nariño, en la que se publicó la segunda edición de Los derechos del hombre y los ciudadanos, se ve la fría luz de un proyector que recrea la impresión de una obra. A unos metros, butacas de tribus indígenas, antes usadas por chamanes para transmitir mitos. Son dos formas radicalmente distintas de divulgar conocimiento. Una hace parte del discurso oficial, la otra de una tradición milenaria. Y esa es la precisamente la idea del nuevo Salón de Memoria y Nación del Museo Nacional: yuxtaponer elementos distintos para incitar al espectador a pensar sobre las varias formas que se puede narrar –y concebir– a Colombia.
Así es todo el salón: duplas de piezas que generan contrastes. El cuadro El árbol de la vida del indígena Abel Rodriguez, sobre el mito de creación de su pueblo, los nonuya, queda junto a un tomo digital de la Expedición botánica de Mutis. Y una manta, tejida por la comunidad de Manpuján en un esfuerzo por recrear desde el arte las secuelas de una masacre, se entrelaza con un diminuto cuaderno del peregrino Rivera Arce, un liberal que documentó con bocetos la Guerra de los Mil Días.
El salón, inaugurado el 10 de diciembre, es el resultado de la colaboración entre el ministerio de Cultura, el Museo Nacional y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). También es consecuencia de un proceso de contemporización del museo, que solo en los últimos dos años le ha dado cabida a expresiones de arte contemporáneo. Antes de 2012, la institución no exhibía obras realizadas después de 1965.
El resultado de la apuesta sorprende, en especial por el principal atractivo del salón: El muro de la diversidad, un collage de cuadros, casi todos del siglo XIX, y de fotografías contemporáneas proyectadas en blanco y negro. Según un empleado del museo, la obra representa la diversidad de Colombia, pues las pinturas son de gente poderosa, mientras que las fotos, que cambian constantemente, son de campesinos y gente humilde.
Con el nuevo Salón de Memoria y Nación, el museo logra abordar temas tan variados como las formas de transmitir conocimiento, lo sagrado y la historia. Un ejercicio que se vale de las herramientas digitales para replantear la noción de país y, en el proceso, construye una nueva narrativa a partir de la fricción entre los contrastes que propone.
Articulo Original : Revista Arcadia