Un lugar desconocido para muchos en el centro de Bogotá
¿Qué son esas rejas de la Avenida Jiménez, entre carreras séptima y octava, que parecen la entrada a una estación del metro de París? ¿Qué habrá allá abajo? Esas son las preguntas que miles de transeúntes se hacen al pasar por esta emblemática esquina del centro de Bogotá.
Se trata de un misterio que atrae la miradas mientras se frunce el ceño con curiosidad. Es más, algunos intentan entrar pero se encuentran con el candado o con el ‘macancán’ de celador que custodia este subterráneo.
Les cuento que logré atravesar esos candados y me inmiscuí en los adentros de este ‘averno’ en Bogotá, con mucha historia y una arquitectura única.
Aproximadamente, 20 escalones hay antes de llegar abajo, donde aparece una placa con la mención de la restauración del lugar hecha durante el Gobierno de Julio César Turbay y la Alcaldía de Hernando Durán Dussán (1978-1982).
Antes de continuar con esta travesía en el tunel del centro de Bogotá, qué tal un poco de historia y así conocer cómo desde hace años se construyen subterráneos en la ciudad para quienes no creen que el metro sea posible.
Una necesidad de modernizar
En los años 30 del siglo pasado, el Gobierno emprendió una compra de predios para modernizar Bogotá, que, para ese entonces, era apenas lo que hoy conocemos como el centro de la capital.
En el proyecto se buscaba construir una gran arteria, donde circulara toda la actividad que requería “una capital moderna”.
Para ello, en 1933 empezó la ampliación de la Avenida Jiménez y se contempló la construcción de un sótano debajo de donde había estado el edificio Rufino José Cuervo.
La obra fue liderada por el ingeniero Enrique García Reyes y el arquitecto Ricardo Rivas. La idea era utilizarla para establecer “ocho baños turcos, un restaurante, un amplio café, billares, instalar tres pistas de bolos y que sirviera como como paradero del tranvía”, así lo relata el ‘Atlas histórico de Bogotá 1911-1948’, publicado por la Corporación La Candelaria.
De ahí que en la bolera San Francisco, conocida por algunos como “chicomatic”, tenga estas especificaciones de cantina clásica de la Bogotá de antaño.
Para la época catalogaron a la obra como “uno de los puntos más amplios y de ambiente más moderno de Bogotá”. Pero, el paso de los años, la convirtió en otra cosa, a tal punto que se esfumó de la memoria de los habitantes de la ciudad.
El teatro que está en el olvido
Al entrar por las rejas de la carrera octava, uno de los primeros cuartos de este subterráneo de la Jiménez tiene el teatro Luis Enrique Osorio, nombrado así en honor a un dramaturgo de los años 50, quien desarrollo programas de artes escénicas en este sótano.
Lamentablemente, este auditorio se encuentra en muy mal estado, invadido por el polvo, la mezquindad y el olvido de una gran mayoría que lo desconoce.
De vuelta al laberinto de 1.500 metros de largo, rodeado por pinturas de una vieja exposición, se hallan distintos salones que están siendo administrados por la Universidad Distrital, que ahora tiene un plan para expandirse a toda la ciudad.
La mayoría de estos tienen espacios acondicionados para clases de baile y artes escénicas, donde en la actualidad se llevan a cabo talleres con los estudiantes de la entidad educativa.
En los año 60, este tunel fue cubierto por las aguas del río San Francisco y a pesar de eso se le ve intacto.
También se le recuerda por haber sido un corredor de comerciantes (como el de TransMilenio en la Avenida Jiménez con Caracas) donde se encontraban toda clase de fruslerías.
Otros cuentan que este subterráneo ha sido el refugio de artistas. Pero en definitiva es un laberinto histórico, invaluable y desaprovechado, que cada bogotano debería conocer como un museo o transitarlo libremente como espacio público que fue.
Fuentes y todas la fotos visita: www.civico.com